Cuentan que un alpinista, inició su travesía después de años de preparación. Su primer error fue que subió solo.
Se le fue haciendo tarde y en lugar de acampar decidió seguir subiendo. Segundo error: no conocer las propias limitaciones
La noche cayó con gran pesadez en la montaña, no se podía ver absolutamente nada.
Subiendo por un acantilado, y a muy pocos metros de la cima, se resbaló y cayó hasta que sintió un tirón muy fuerte.
Por suerte, había clavado estacas de seguridad a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, se le ocurrió gritar:
«Ayuda alguien me puede ayudar por favor?
De repente una voz grave y profunda le contestó desde los cielos:
¿Qué quieres que haga?
Dios mío sálvame por favor.
¿Realmente confías en que pueda salvarte?
Por supuesto, contestó aterrado.
Entonces corta la cuerda que te sostiene.
Hubo un momento de silencio y quietud.
El hombre se aferró más a la cuerda y se quedó pensando.
Y cuentan que un equipo de rescate, al otro día lo encontró colgado, congelado, muerto y agarrado a una cuerda que tan sólo estaba a dos metros del piso.
Cuál es la cuerda a la que sigues agarrado?
Cuál es el beneficio secundario de seguir en ese lugar?
Cuáles son los miedos que aparecen frente a la sola idea de soltarte?
Qué es lo que te dices, de por qué no la sueltas?
Te das cuenta que esa soga , en ese lugar incómodo pasó a ser tu zona de seguridad?
Cuáles son los apegos que tienes en este momento?
Esto es sólo un cambio
y yo siempre estoy a salvo.
Fundamentalmente nos cuesta soltar porque no podemos ver el cuadro completo.
Nos invaden los miedos. Eso inmediatamente nos transporta al sufrimiento del pasado y recordamos el dolor.
Cómo darnos cuenta en ese momento que el miedo nos pertenece que es una ilusión y no es real?
Es la conexión contigo mismo
y con tu Fuente
la que te permite soltar la cuerda
y confiar.
Quizás podríamos observar lo que está pasando, como si estuviéramos afuera de nosotros reconociendo nuestro presente y los propios deseos de cambio, sin juzgarnos por los miedos que sentimos y reconociendo que sólo depende de nosotros hacernos cargo de lo que pasa y saltar al próximo escalón.
Si te observas subiendo una escalera verás que la única forma de hacerlo es levantando un pie para que se apoye en el próximo. Si este pie no suelta este escalón no puede avanzar.
Soltar no es tolerar,
ni tener esperanza.
Soltar es confiar desde la certeza
que eso es lo mejor.
Confiar es no tener dudas!
Cómo sabemos que llegó el momento de soltar y confiar?
Cuando tenemos mucho, mucho miedo y no queremos sentirlo mas.
Cuando algo no nos deja avanzar.
Cuando me doy cuenta que alguien o algo se está aprovechando de mi. Cuando siento maltrato.
Cuando dentro de mi no siento dudas.
Cuando me di cuenta que puse mi vida en manos de otro.
Cuando estoy dispuesto a soltar el control.
Cuando una voz interna nos grita: BASTA!
Lo que es mío es mío
y nadie me lo puede quitar.
Si era mío, aunque lo suelte,
volverá a mi .Si no vuelve es que nunca lo fue.