#237 Merecimiento

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte.
Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos:  joyas, tierras, ejércitos y  tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura.
Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia.
Cuando le llegó el momento de hablar, dijo: «Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco un sacrificio como prueba de mi amor… Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia  y sin más ropas que las que llevo puestas… mi amor es mi dote…»
La princesa, conmovida por semejante gesto, decidió aceptar. «Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me desposarás».
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente se mantuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer ni un momento.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta  que de pronto, cuando faltaba una hora para  cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario paraje, un  niño de la comarca le preguntó:
«¿Qué fue lo te que ocurrió?…Estabas a un paso de lograr la  meta…¿Por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?»
Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: «No me ahorró ni un día de sufrimiento…Ni siquiera una hora. No merecía mi amor…»

¿Que hubieras hecho vos después de haber atravesado tanto sufrimiento?
Casi te escucho diciendo que no le hubieras hecho esa oferta.
Coincido con vos, yo tampoco la hubiera hecho, pero el caso es que lo que me gustaría invitarte a reflexionar es tu capacidad de reconocer lo que te mereces.
¿Hubieras tenido la misma actitud que «nuestro plebeyo enamorado»?
El merecimiento está íntimamente relacionado, desde mi mirada, con la autovaloración y el auto reconocimiento.
Porque solo cuando estamos profundamente conectados con nuestra valía podemos empezar a pensar en lo que nos merecemos.

«Ninguna persona merece tus lágrimas,
y si alguna se lo mereciera,
esa, no te haría llorar.»

Tampoco se trata solamente de estar en contacto con lo que merecemos. El segundo paso es pedir o reclamar lo que consideramos justo. Ya que si solamente reconocemos nuestro valor pero no podemos exigir el reconocimiento de los demás , esta situación se convierte en resentimiento, bronca o enojo con ellos. Porque suponemos que los otros tendrían que darnos aquello que no hemos sido capaces de pedir.
¿Como hubiera seguido nuestra historia si este caballero cuando se dio cuenta que merecía algo diferente se hubiera animado a plantearlo o pedirlo?

Todo gerente, directivo o dueño de empresa
debería colgarle a cada persona de su organización
un “cartel invisible”, que diga
“haceme sentir importante
reconociendo que valgo y merezco
mucho mas de lo que creo”.

Esta historia nos muestra que faltó abrir conversaciones donde cada uno pudiera mostrarle al otro, lo que le pasaba con lo que el otro hacía.
Nuestro caballero se fue con el dolor de no ser reconocido y el sentimiento de que ella no lo merecía viviendo todo esto como si fuera cierto.
¿Te animas lector a pensar como se quedó ella? Yo me imagino que sin entender nada, como tantas veces nos quedamos los seres humanos frente a la reacción de los demás.
¿Que podría haber hecho él?
¿Qué podría haber hecho ella?
Desde mi mirada faltaron conversaciones
¿Y qué es lo que nos impide, a veces, abrir conversaciones?
Los miedos, la vergüenza, el que dirán, etc.
Y lo que no nos damos cuenta es que hacemos mas importante todas estas circunstancias, que lo que nos está pasando.

Muchas veces las cosas no se dan
al que las merece más,
sino al que sabe pedirlas con mas insistencia.
SCHOPENHAUER

Nosotros nos merecemos que el otro nos tenga en cuenta, y también nos merecemos ser tenidos en cuenta por nosotros mismos.
Y una de las maneras de hacerlo es haciendo pedidos efectivos o reclamando lo que consideramos justo, mostrando lo que nos pasa, hablando de nuestros sentimientos y compartiendo nuestras emociones aunque eso nos cueste, nos de vergüenza o despierte actitudes no esperadas en el otro. Cualquier cosa será menos importante, que no hacernos importante a nosotros mismos.

Merecerte…te merezco
Pero hacer que te des cuenta..
Eso, eso ya es otro cantar.

Publicado en 2005.

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