El hombre, sorprendido entró y, acercándose a la señorita que estaba en el primer mostrador, preguntó:
–Perdón, ¿Esta es la tienda de la verdad?
–Sí, señor, ¿Qué tipo de verdad anda buscando: verdad parcial, verdad relativa, la pura verdad?
–La pura Verdad –contestó sin dudarlo.
“Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones”, pensó, “no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones”.
–¡La pura Verdad! –ratificó.
–Perdón, ¿el señor ya sabe el precio?
–No, ¿cuál es? –contestó, aunque en realidad sabía que
estaba dispuesto a pagar lo que fuera por saber toda la verdad.
–Mire que si usted se la lleva –dijo la vendedora–, posiblemente durante un largo tiempo no pueda dormir tranquilo. Y es posible que mientras esté despierto lo distraiga de sus quehaceres cotidianos con pensamientos horribles y emociones muy negativas.
Un frío corrió por la espalda del hombre.
Nunca se había imaginado que el precio fuera tan alto.
–Gracias y disculpe… –balbuceó finalmente, antes de salir del negocio mirando el piso.
Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no debía estar preparado para la pura verdad. Necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.
“Quizá más adelante…”, pensó.
Versión libre del cuento de Anthony de Mello
¿Qué es la pura verdad?
Desde una mirada ontológica decimos que no existe la Verdad en si misma sino que todos tenemos una mirada de cómo son las cosas. Sin embargo mas allá de las interpretaciones, están los hechos que pueden ser verdaderos o falsos
¿Estamos preparados para conocer la verdad de los hechos?
A veces si , a veces no.
No siempre es fácil enfrentarse a la misma y preferimos negarla, con algo de ceguera.
Si bien esto no ocurre conscientemente, nos pasa en transparencia.
La verdad sin amor hiere
pero la verdad con amor sana.
Yo postulo que cuando no estamos preparados, no podemos ver lo que está en frente de nuestros ojos.
Recuerdo una situación en mi vida en que tuve una enfermedad en mis ojos que muchísimos oftalmólogos vieron, pero nadie supo como tratar.
Uno me dijo, consulte con un terapeuta, es algo que usted no puede ver.
Y al consultar con el mismo me llevó a darme cuenta que era lo que no quería ver, sin embargo como no estaba preparada pensé que estaba equivocado.
Un tiempo después me di cuenta que tenía razón y que yo en ese momento aun no estaba preparada para ver lo que tenía en mi nariz.
No se que fue peor: si pagar el precio de la ceguera o el que hubiera pagado si hubiera elegido ver.
Cree a aquellos que buscan la verdad
pero duda de aquellos
que la han encontrado.
Cuando miramos algo, ya no hay vuelta atrás: Nos tenemos que hacer cargo.
Y a veces no podemos, no queremos o no estamos preparados.
Como Coach te digo que no puedo hacer mirar a quien no quiere ver.
Pero si puedo, si estás dispuesto a hacerte cargo y responsabilizarte por lo que te está pasando.
A veces tenemos que tomar decisiones muy importantes y no queremos complicarnos la vida.
Seguramente escucharía al tratar de mostrar algo que el otro no quiere ver: Con el tipo de vida que llevamos hoy en día un poco de ceguera no le viene mal a nadie.
«La enfermedad es un conflicto
entre la personalidad y el alma».
Bach
Piensa en tu vida. Observa tu cuerpo. El te avisa.
¿Qué te pasa?
¿Dónde sientes molestias?
¿Dónde sientes dolor?
¿Con qué lo relacionas?
¿Cuándo apareció?
El cuerpo grita lo que la boca calla
Y tus dolores callados? Cómo hablan en tu cuerpo?
El nariz «chorrea» cuando el alma llora.
El garganta duele cuando nos cuesta hablar de lo que nos pasa.
El estómago arde cuando la rabia no consigue salir.
El cuerpo engorda cuando no estamos satisfechos con nuestra vida.
El dolor de cabeza llega cuando las dudas aumentan.
La alergia aparece cuando el perfeccionismo aumenta.
Las uñas se quiebran cuando las defensas están bajas.
El pelo se cae cuando nuestras fuerzas parecen acabar.
La presión sube cuando el miedo aprieta.
La espalda duele cuando cargamos broncas sin perdonar.
Los ojos molestan cuando no queremos ver lo que nos pasa.