Un día, un becerro atravesó un bosque virgen para volver a su pastura. Como era un animal y no podía darse cuenta, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas para llegar donde quería. Al día siguiente, un perro usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, jefe de un rebaño, que viendo el camino marcado hizo a sus compañeros seguir por allí. Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha y a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa. Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos, si no hubieran seguido el sendero abierto por el becerro.
Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal del poblado y, finalmente, en la avenida principal de la ciudad. Todos se quejaban del trayecto porque peor no podía ser.Mientras tanto, el sabio bosque se reía, al ver que los
humanos tienen la tendencia a seguir ciegamente los caminos que ya han sido abiertos, sin cuestionarse nunca si esa es la mejor elección.
Pablo Cohelo
Recuerdo una vez que trabajaba con una contadora que se quejaba de su falta de tiempo y al analizar en qué lo utilizaba nos dimos cuenta que ocupaba casi tres horas diariamente para recortar anuncios impositivos de los diarios para consultarlos en el futuro. Y cuando averigüé cuantas veces al mes los miraba comprobé que eran muy pocas. Entonces le pregunté para qué lo seguía haciendo y su respuesta fue: Mi papá siempre lo hizo asi.
Y desde mi pensé que en aquella época no existía Internet. Hoy no tenía lógica seguir haciendo ese trabajo.
Sin embargo, cuántas cosas seguimos haciendo sin analizar si tienen sentido o no?
«Vivir requiere de un cambio constante,
un constante estar alerta a lo nuevo que aparece,
sin rutinas ni arraigo»
Las rutinas son como acciones que hacemos con escaso nivel de conciencia, como si fuera en automático y por lo general no podemos distinguirlas.
Si te preguntara que acciones ejecutas desde que te levantas hasta que tomas el desayuno podríamos observar que cada día repites una gran cantidad de acciones iguales.
Quizás, esto no te traiga ninguna consecuencia negativa pero sin darnos cuenta lo mismo hacemos prácticamente todo el día cuando repetimos y repetimos acciones sin cuestionarlas y sin darnos cuenta que muchas de ellas ya no tienen sentido.
“Un hábito es como un cable,
tejemos una hebra cada día y al final,
no podemos romperlo.”
Horace Mann
Si observas tu forma de trabajar podrás distinguir acciones que ya no tienen sentido para lo que haces.
¿Has cambiado en los últimos años tu sistema de archivo de papeles?
¿Has cambiado en los últimos años tu manera de revisar tus cuentas?
¿Y el camino de vuelta a casa?
¿Y la forma de tratar a tus hijos, a tus padres o a tus amigos?
¿Y la forma de dirigir a tu gente?
¿Y la manera de manejar tu empresa?
¿Realmente podes reconocer que el mundo está cambiando a pasos agigantados y que necesitamos adecuar nuestro accionar a los cambios del contexto?
¿Qué podemos hacer frente a tanto cambio?
Solo, se me ocurre, poner atención a nuestra forma de hacer y cuestionarla a veces.
Quizás vivir un poco mas alerta para que nuestras conductas salgan a la luz y los hábitos que no funcionan puedan ser distinguidos para luego ser cambiados por otros que nos apoyen en nuestros objetivos y nos permitan administrar mejor el tiempo y tener una mejor calidad de vida.
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo de sus hábitos
repitiendo todos los días los mismos trayectos.
Quien no cambia de marca,
no arriesga vestir un color nuevo
y no le habla a quien no conoce.
Sin embargo no todas las rutinas son cuestionables. Considero que hay algunas que son sanas y hasta diría yo, maravillosas.
Algunas que recuerdo con amor son:
Mi mamá preparando los pastelitos de batata para celebrar el 25 de Mayo.
Salir a pasear con mi abuela los sábados a la tarde.
Seguir con algunas tradiciones de nuestros ancestros.
Una persona que asistía todos las semanas al servicio religioso de su comunidad, escribió una carta de lector al editor del periódico de su comunidad quejándose de que no tenia ningún sentido seguir yendo cada semana a ese servicio.
«He ido por 30 años, escribía, en ese tiempo he escuchado algo así como unas 3,000 prédicas. Aunque hoy no puedo recordar una sola de ellas.
Por eso pienso, que estoy perdiendo mi tiempo.»
Para al deleite del editor, esto comenzó un verdadero debate en la columna de su diario. Esta situación continuó durante semanas hasta que alguien mandó una carta especial que decía:
«Estoy casado hace 30 años. Durante ese tiempo mi esposa me ha cocinado unas 22.000 comidas y unos 11.000 desayunos. No puedo recordar un solo menú. Sólo sé una cosa: Ellos me nutrieron y me dieron la fuerza necesaria para seguir viviendo. Y asi como, si mi esposa no me hubiera alimentado cada día, hoy estaría físicamente muerto; este señor no estaría espiritualmente nutrido, si no hubiera ido cada semana al templo!